“El único imprescindible es el
deportista”. “Parte del placer del éxito procede del esfuerzo de lograrlo”. Son
sólo algunas de las decenas de frases pegadas en el corcho del despacho de
Pablo del Río, psicólogo del CAR. La oficina, que depende del Consejo Superior
de Deportes (CSD), está al lado la residencia Blume de Madrid. “Muchas de esas
frases son de los propios deportistas”, asegura Del Río que lleva 25 años
trabajando con atletas.
Carolina Marín, la campeona de bádminton,
lleva trabajando siete años con Del Río. Después de ganar el segundo campeonato
del mundo en Indonesia el pasado mes de agosto dijo que sin su ayuda no habría
sido posible. Nicolás García,medalla
de plata en taekwondo en los Juegos de Londres, asegura que sin el apoyo del
psicólogo no habría salido de la grave lesión que sufrió en un accidente en
2013 y que todavía le impide competir.
“El trámite normal
para acudir a mí es que el director técnico, el entrenador o el responsable de
los servicios médicos hagan una solicitud. O incluso el propio deportista”,
explica Del Río asegurando que no hay recelo ninguno por parte de los
entrenadores. “El gran problema de la psicología es que, hasta hace no mucho, la gente entendía la psicología del
deporte como algo patológico, es
decir, el que va al psicólogo es el que tiene una deficiencia, un problema. Y
no”, dice.
“Llevo 25 años aquí, la gente que viene y
comienza a trabajar conmigo lo deja cuando abandona la práctica deportiva.
Porque esto hay que verlo como un entrenamiento más. Esto no es me duele la
muñeca, voy al fisio, me trata, me recupera y me voy. No, aquí no se hace
tratamiento porque esto no es una patología, aquí se hace entrenamiento. Un
entrenamiento psicológico, igual que lo físico y técnico”, añade.
Eso es: cómo
reaccionar después de un error o de una lesión, cómo hacer más amena una
recuperación, cómo reaccionar ante situaciones adversas, cómo mantener la
concentración, cómo tener ganas de ir a entrenar cuando alguien está
desmotivado… Se intenta dar al deportista una serie de recursos para que sea capaz
de enfrentarse a situaciones limite y pueda dar el máximo. “Eso sí, el
crecepelo no existe. No se trata de decir: ‘No estoy clasificado para los Juegos de Río, pero venga, este tío en
tres meses va a hacer que me clasifique’. No. No son dos o tres sesiones, esto
es un proceso”, explica Del Río.
Esto no es: me duele la
muñeca, voy al fisio, me trata, me recupera y me voy. No, aquí no se hace
tratamiento porque esto no es una patología, aquí se hace entrenamiento"
Ese proceso implica
reuniones con el deportista y el entrenador. También una especie de diario de
ruta. Del Río entrega a los atletas unas hojas —el tipo de variables cambia
en función de lo cerca o lejos que está la competición— de autoevaluación del
entrenamiento. En una escala de 0 a 10 el atleta valora el antes (estado de
ánimo, sensaciones físicas, motivación, autoconfianza), el durante (relación
con el entrenador, autoconfianza, concentración, motivación, nivel de
activación, diversión-placer, entrega-esfuerzo, sensaciones negativas,
cumplimiento de objetivos) y el después (fatiga, pensamientos positivos,
negativos, valoración general del entrenamiento).
Se le pregunta
también a qué atribuye esas sensaciones y si las causas son internas o
externas. También —eso más cerca de la competición— que visualice con imágenes
las cosas buenas que le han pasado en el entrenamiento. Además, apunta las
horas de estudio y la asistencia a clase.
Los
atletas rellenan una especie de diario de ruta en el que evalúan a diario las
sensaciones del entrenamiento
“Yo esto lo veo
semanalmente y me da muchísima información. Si hay algo raro como fatiga máxima
cinco días seguidos, por ejemplo, empiezo a preguntar ¿qué pasa aquí?. En lo
que tengo que trabajar es en que el deportista sea feliz, si está a gusto y
motivado trabaja mejor, si tiene problemas no va a rendir como nosotros
queremos. Buscamos estabilidad. Y trabajamos con objetivos a corto plazo”,
explica.
¿Recomendaciones?
“Que estudien algo, lo que sea, porque si un chaval sólo vive del deporte y se
lesiona, después de la lesión vienen depresión y aislamiento”, afirma. En el
día a día también se trabaja un protocolo especial para tratar los errores. “Lo
primero es que los acepten. Eso forma parte del trabajo diario. Mira Nadal,
comete 18 errores y gana el partido. El error forma parte de la competición. A
Carolina le dije que sonriera al cometer un error porque eso despista el rival.
Si te frustras, te cabreas, te bloqueas y viene la debacle”, concluye.
Psicologia Uniminuto Sede Buga
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