Suena el celular y
Miguel Ángel contesta. Es su mamá.
—Migue, no hay plata
para comprar arroz, voy a sacar de tu alcancía –le dice ella.
—Bueno –responde él,
con un gesto de desesperación.
Y después de colgar
explica:
—Estoy cansado; mis papás dependen de mí para todo, hasta para comprar arroz. Parezco el papá de ellos.
A su lado se encuentra su amigo Santiago, que le dice:
“Hombre, tranquilo. Mi mamá se la pasa de pelea con el novio y siempre recurre
a mí. Está tan mal, que no he podido irme a vivir solo. Me dice que no la deje
en el apartamento”.
Ambos tienen 28 años, son profesionales con sueldos
entre dos y cuatro millones de pesos y viven una situación que se ve cada vez
más dentro de los hogares colombianos: el intercambio de roles entre padres e
hijos.
Y es que por diferentes circunstancias de la vida,
como enfermedades, dependencias emocionales o económicas, entre otras, muchos
hijos sienten que adquieren responsabilidades que, para su edad, no les
corresponden. En otras palabras: se sienten como los papás de sus papás.
Según la psiquiatra y psicoanalista Martha Isabel
Jordán, “un niño no puede crecer sanamente en un ambiente en el que no hay una
clara diferenciación de roles. Esto no es algo que nace de un día para otro,
sino que se crea desde que los hijos son pequeños”.
En ese sentido, la psicóloga y psicoanalista Inés
Bayona explica que en estas situaciones la forma en que se dan las relaciones
familiares y la influencia cultural tienen mucho que ver. “Hay países como el
nuestro –asegura Bayona– en el que los vínculos son más cerrados y más
cercanos. Hay papás que se van de viaje y les dicen a sus hijos: ‘Cuida a tu
mamá y a tu hermanito. Eres el hombre de la casa’. Esto va creando un tipo de
responsabilidades que los niños no tienen por qué asumir”.
La dificultad, aseguran especialistas, surge cuando el
niño crece y, por asumir un rol que no le corresponde, no es capaz de construir
su propia vida. “Si una persona se siente atrapada en la relación con sus
padres puede indicar que hay una dificultad –acota Bayona–. Pero no hay que
mirar todo desde el lado de los papás. Hay casos en que los hijos que se quedan
cuidando a sus papás para no enfrentar su propia vida”.
Relaciones problemáticas
En ocasiones este cambio de roles sucede porque los
papás se los imponen a sus hijos. Es decir, hay quienes son emocionalmente
débiles y pueden pasarles las tristezas o cargas a sus hijos, pero a veces hay
circunstancias de la vida, como enfermedades o quiebras económicas, que hacen
que, incluso, de manera inconsciente, los recarguen con responsabilidades.
Sin embargo, sean cuales sean las razones, este
intercambio de roles puede contribuir a dañar las relaciones familiares. Y más
allá de las cargas que pueden transferirles a sus hijos, también hay
comportamientos más cotidianos que en ocasiones no son los mejores, como cuando
los papás pretenden volverse amigos de sus hijos, pues en ese proceso pierden
su papel de padres.
En este argumento coincide Martha Isabel Jordán, para
quien los papás no pueden ser los mejores amigos de sus hijos. “Lo que tienen
es la posibilidad de establecer relaciones de confianza. Estos padres, en
últimas, lo que hacen es dejar a sus hijos en una situación de inseguridad
enorme, porque para poder crecer, poder diferenciarse y construir una identidad
sólida necesitan tener contra quién oponerse, y esos no son los amigos”.
Igualmente, pueden presentarse rabias y culpas cuando
los roles no están demarcados como deberían. “A veces –dice Miguel Ángel– me
siento muy molesto porque creo que por ellos no puedo salir adelante e
independizarme, y no me parece justo; pero al mismo tiempo me llega la culpa,
porque ellos me dieron todo, y supongo que debo ayudarlos”.
Inés Bayona es clara al afirmar que, en esta clase de
escenarios, es normal sentir rabia y culpa. “Hay que permitirse sentirlas, pero
hay que ir más allá y tratar de ver qué es lo que ocasiona estos sentimientos:
¿Es acaso porque no lo dejan construir su propia vida? ¿O porque tal vez usted
tiene miedo a enfrentar la vida solo o con una pareja? Muchas veces la rabia
puede ser contra nosotros mismos porque permitimos y aceptamos algo con lo que
no estamos de acuerdo”.
El diálogo es clave
Muchas veces hay hijos que no se sienten cómodos en el
papel de padres de sus papás, sin embargo nunca hablan con ellos y se llenan de
resentimientos.
La psicoanalista Bayona cree que la palabra es el
mejor medio para no dañar una relación. “Cuando no podemos alejarnos de una
situación o de una relación por culpas o rabias, y no sabemos poner las razones
en palabras, llegan la agresión y la pelea como forma de alejarse, y esa no es
la mejor forma de solucionar las cosas con quien uno quiere”.
La especialista añade que “hay que sentarse como
adultos a tratar de entender qué es lo que pasa con los unos y con los otros.
Luego, el que lo tenga más claro, sean los papás o los hijos, debe tratar de
hacer un proceso interno para preguntarse por qué retiene a sus hijos, o por
qué razones les pone cargas. Al mismo tiempo, los hijos pueden preguntarse por
qué aceptan esa condición, pues cabe la posibilidad de que se sientan cómodos
en esa situación y no quieran aceptarlo”.
Ayudar no es una obligación
“El hecho de que usted ayude económicamente en su
hogar no lo convierte automáticamente en el padre del hogar”, explica la
psiquiatra Martha Isabel Jordán, y añade: “Si usted tiene claro su rol de hijo,
va a poder encargarse amorosamente de sus papás. A veces se va a tener que
hacer cargo de algunas tareas, así como ellos lo hicieron por usted, pero no
tiene que hacerlos sentir que ellos dejaron de ser sus papás, sino que como
hijo adulto se va a preocupar por ellos sin dejar su vida personal”.
Eso sí, hay que tener mucho cuidado con hacer sentir a
los hijos que por obligación deben ayudar a sus papás o mantenerlos. En
Colombia, por creencias familiares y culturales, muchas familias piensan que,
dado que los padres les dieron todo a los hijos, estos, una vez son adultos,
tienen que mantenerlos económicamente y solucionar los problemas que se puedan
presentar en el hogar.
En ese sentido, Inés Bayona advierte que no se trata
de que los hijos abandonen a los padres, pues en muchas circunstancias ellos tienen
necesidades, y no está mal que los ayuden. “Lo que no puede pasar –sostiene
Bayona– es que se invadan los espacios físicos y mentales por parte de los
padres hacia los hijos”.
La especialista asegura que cuando un hijo se siente
obligado a ayudar a sus padres, esta situación puede influir en su desarrollo y
en la construcción de su propia vida. Según Bayona, desde que los niños son
pequeños los padres deben darles espacios para que construyan sus propios
juegos, escojan a sus amigos, su forma de vestir y vayan manejando su dinero.
De esta manera aprenderán a ser autónomos emocionalmente.
Finalmente, Bayona puntualiza que “para que un hijo
universitario pueda construir su propia vida, y más adelante su propia familia,
debe tener un espacio en la mente, un espacio psíquico, en el cual pueda
hacerlo, pero son los padres quienes deben ayudar a construirlo”.
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